jueves, 2 de junio de 2011

PERSONAS SIN HOGAR

Para comenzar, esta entrada se centra en el colectivo de personas sin hogar.

Actualmente, cada vez existen más personas en la calle con insuficientes recursos para vivir. Muchos de éstos, afectados por la crisis, no forman parte del grupo de personas sin hogar, pero empiezan a requerir los recursos específicos destinados a éstos. Acuden a albergues, comedores sociales, centros de día y talleres ocupacionales, según expresa el informe “Cáritas ante la crisis”.

Además de estos recursos, aparece un servicio desarrollado en el trabajo de calle en Madrid, Sevilla, Granada y Murcia, que consiste en la preparación de los alimentos que se llevarán a las rutas y, termina con la limpieza en casa de los termos utilizados, que se realizará por turnos.

El café con leche que se ofrece a las personas sin hogar no es más que un pretexto para conversar un rato con ellas y ganarnos su confianza poco a poco, aquí empieza lo más importante del programa. Este servicio se convierte en una estrategia para poder intervenir con ellos y poder tener un primer contacto, con el fin de analizar su realidad social y conocer sus necesidades.

No obstante, necesitan otro servicio, como es el servicio sanitario, puesto que el 66% de las personas que viven en la calle no tienen acceso al sistema de salud y la otra parte reciben una cobertura sanitaria deficiente.

Por ello, pienso que es necesario llamar la atención sobre la situación de vulnerabilidad de las personas que viven en la calle o en infraviviendas, ya que como hemos visto en la asignatura de Salud Pública en el artículo 43 de la Constitución Española de 1978, toda persona tiene el derecho a la protección de la salud. Pero más concretamente lo que hay que reclamar, es el acceso a la salud de estas personas sin hogar porque hoy en día no se respetan muchos de los derechos de los ciudadanos y además, lo que necesitan estas personas son acudir a los centros hospitalarios cuando se encuentren enfermos.

En cuanto a las enfermedades que padecen las personas sin techo y sin hogar, éstas se relacionan con problemas de salud física, abuso de sustancias y problemas de salud mental.

Los hábitos y condiciones de vida del denominado "sinhogarismo" suelen implicar una dieta deficiente, poco descanso, falta de alojamiento y de higiene, lo que debilita el organismo y expone a las personas a un mayor número de focos de infección. La estigmatización, la discriminación, las agresiones que padecen en la calle, el desempleo y la dependencia de sustancias son otras circunstancias que agravan su situación y aumentan la incidencia de enfermedades, mayor en las mujeres (49,8%) que en los hombres (36,4%).

En cuanto a la discriminación y agresión que se produce hacia estas personas sin hogar, destaco que los educadores sociales tenemos un gran trabajo en la sociedad, ya que la principal tarea que tenemos es concienciar a los ciudadanos que todos somos iguales y que si estas personas se encuentran en la calle no es por gusto, sino por cualquier problema personal y social que les esté afectando negativamente en su vida y en la de su familia.

Es esencial tener una actitud empática para comprender la situación de cada persona, porque nunca hay que olvidar que detrás de cada historia vital hay una persona, la cual necesita ayuda y comprensión de los demás para poder reinsertarse en la sociedad y ser una persona “normal” e integrada como lo fue anteriormente.

Para finalizar, expreso que la reinserción de estas personas sin hogar es imprescindible. Asimismo, debemos plantearnos una línea de trabajo en el plano individual para que la persona sin hogar pueda avanzar hacia la máxima normalización posible en su vida, a partir de sus capacidades y su potencial. Para cosechar éxitos en este aspecto individual es muy importante el trato humano, es decir, acoger bien a la persona, ir creando confianza desde una gran proximidad e ir delegándole responsabilidades.

Los profesionales como educadores sociales debemos proponernos unos objetivos a la hora de intervenir con este colectivo. Pero no podemos olvidar que muchas personas tienen algunas recaídas o retrocesos y ésto no nos puede desilusionar, puesto que nunca se debe dar un caso por perdido porque en la vida nos podemos llevar muchas sorpresas.

Por eso, es fundamental ir trabajando los aspectos sencillos de convivencia, que nosotros hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida en el entorno más íntimo que ellos no han tenido. Esto significa que tenemos que respetar sus ritmos de aprendizaje. Tener muy claro que mi ritmo no es el de los demás. Es decir, tener una actitud empatica como he mencionado anteriormente. Además, tenemos que ser conscientes de que, al vivir estas personas muchos años de su vida en la calle, no pueden recuperarse en un mes, ni en dos, ni siquiera en un año.

Es necesario crear espacios de convivencia, donde se fomente el respeto y la tolerancia hacia la diferencia. La sociedad no cambia en función de montajes espectaculares. Los grandes cambios sociales han llegado siempre de manera desapercibida a partir de las pequeñas cosas que hace cada uno. Si somos capaces de ir creando un entorno que acepte al otro con la única pretensión de ver una persona, posiblemente con mucho sufrimiento a sus espaldas, contribuiremos a crear espacios de convivencia aptos para todos.


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