
Actualmente, la mayoría de los ciudadanos tienen o deberían tener en cuenta que todo niño con síndrome de Down o sin él, es una persona individual, cuyo desarrollo de su personalidad y de su ser físico y mental, dependerá de los factores genéticos hereditarios y de las influencias culturales y ambientales que, unidas, distinguen a toda persona de cualquier otra.
Por ello, cuando hablamos de las características que tienen las personas con Síndrome de Down, no podemos decir que todas las personas tengan las mismas características y sean de la misma forma porque depende de muchos factores como se ha mencionado. Por ejemplo, se dice que una persona con este trastorno tiene poca capacidad de respuesta a la interacción de las personas, pero ésto dependerá de diversas variables como el grado de pasividad y expresividad de la persona con Síndrome de Down, la mentalidad y educación de las personas como padres, amigos, etc. También, el contacto ocular de un menor con este trastorno se dice que aparece hacia las siete u ocho semanas de nacer, pero ésto dependerá de cada niño.
Con respecto a la integración de los niños con Síndrome de Down o trisómicos-21 en el ámbito educativo, éstos pueden estar físicamente integrados dentro de la escuela normal sin estar realmente integrados socialmente. Asimismo, la integración académica sugiere que estos niños aprendan con los niños “normales”, pero no necesariamente en todas las ocasiones e igual que los otros porque no tienen las mismas capacidades que los niños “normales”.
Según mi opinión, si lo que perseguimos es la integración social, es necesario que los menores compartan clases con los niños normales. Para llegar a esta integración social es necesario lograr un aprendizaje social y que mejor manera que ir desarrollando este aprendizaje desde un primer momento. Esto es totalmente lógico, ya que la integración no es algo repentino sino que ésta se debe ir logrando de modo paulatino.
La mejor mentalización empieza en la infancia, ya que el niño normal no experimenta ningún prejuicio ante el niño con Síndrome de Down. Asimismo, es en la edad preescolar donde con mayor facilidad pueden establecerse las bases de una sólida integración del niño con su entorno, y primeramente con sus compañeros de edad. Las dificultades que en algunos centros preescolares pueden encontrarse por la presencia de algún niño trisómico-21 se han debido fundamentalmente a los padres de los propios compañeros más que estos mismos. Son los adultos los que tienen problemas de prejuicios sociales, pero no los niños.
Por otra parte, para la integración de estos niños en la sociedad es necesario la intervención de un/a Educador/a Social, para que tengan un normalizado desarrollo personal y social. Por ello, cuando van a realizar alguna actividad, el educador social tiene que darle tiempo y enseñarles a inhibirse para darse a sí mismos unos segundos de reflexión antes de que comiencen los menores a realizarla. Si el niño está trabajando con papel y lápiz, el educador debe sujetarle suavemente las manos para que no actúe mientras le da la orden y así el niño la recibe, la procesa y elabora la respuesta hasta que muestra con su actitud o con su mirada, que va a ejecutar la acción correcta. Si, a pesar de esos segundos de tiempo, el niño se dirige al objeto o estímulo que no corresponde, el adulto puede tapar con su mano dicho objeto, así el niño tiene la oportunidad de volver a pensar y responder con acierto. Si la actividad se realiza en una hoja de papel, antes de darle la pintura o el lápiz, se pedirá al niño que señale con el dedo dónde está el objeto que debe tachar o subrayar, o que siga con su dedo la trayectoria que debe realizar.
Siempre que sea posible, y lo es en muchas ocasiones, se dará a elegir al niño qué prefiere hacer. Un alumno que se "compromete" al decidir sobre una tarea o un material, es un alumno que mantendrá su atención con más facilidad o al que podemos ayudar a ser consecuente y responsable de sus decisiones... "Me lo has pedido", "Tú lo has elegido, por tanto vamos a acabar antes de...". Es cierto que el educador es quien tiene claro el objetivo u objetivos de la sesión, pero un buen educador sabe que esos objetivos pueden trabajarse de modos muy diferentes, con materiales variados y que un cambio en el orden de las actividades no tiene importancia. La flexibilidad controlada, permitirá un mejor aprovechamiento del tiempo. La imposición de una tarea que el niño no desea, es un fracaso seguro para todos. El truco educativo es conseguir que el niño "quiera" hacer aquello que el educador cree que le conviene hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario