jueves, 21 de octubre de 2010

PARA COMENZAR...


Según Casas (1988:291-292), la desadaptación social se define como:

“el fenómeno psicosocial, derivado de la relación conflictiva entre determinadas conductas, individuales o grupales (tanto en el sentido de comportamientos, como de actitudes y valores, de un individuo o grupo) y el clima social (configurado por percepciones, atribuciones, actitudes de tolerancia, prejuicios, etc) que una comunidad o sociedad concreta, en un momento histórico determinado, mantiene hacia ellas, fenómeno que se manifiesta a través de las desarmonías entre el individuo y el socio-entorno en un momento dado, o bien a lo largo de su proceso de socialización, y que lleva como consecuencia a que el individuo se encuentre en una situación de dificultad para participar en la dinámica interrelacional de aquel mismo medio”.

También, el término “inadaptado” designa el sujeto cuyo déficit de salud, de inteligencia o trastorno de afectividad, de su carácter o comportamiento, le priva de insertarse sin ayuda particular en el medio en donde tiene que vivir (Joubrel, 1979).

En esta definición vemos que se mezclan demasiadas nociones: enfermedad, deficiencia intelectual, problemática afectiva y problemática comportamental.

Es evidente que una enfermedad orgánica o funcional, o una deficiencia intelectual, sensorial o física dificultan el proceso de adaptación al medio físico y social. Pero hay que decir que esa inadaptación es relativa y puede ser transitoria: todo depende de las características del medio y de las facilidades de adaptación que le proporciona al individuo. Por ejemplo, un medio bien diseñado físico y arquitectónicamente tiene como consecuencia que un individuo que necesita una silla de ruedas para desplazarse, no sea considerado un inadaptado. Una persona enferma o deficiente será una inadaptada social en la medida en que el medio social le sea hostil. No es la enfermedad o deficiencia en sí quien determina la inadaptación, sino el comportamiento que tiene el medio hacia esa enfermedad o deficiencia. Pensemos actualmente en los enfermos de SIDA: el rechazo social que provoca dicha enfermedad está abocando a la inadaptación social a una gran parte de los individuos que la padecen.

Cuando hablamos de desadaptación social en sí, sin la presencia de una enfermedad o una deficiencia, el panorama se complica enormemente. También los sujetos “normales” y “sanos” pueden ser unos desadaptados sociales. Por ello, las formas más recientes de intervención sobre poblaciones desadaptadas, especialmente sobre delincuentes, llevan implícita y explícita la idea de que son factores aptitudinales los que dificultan la adaptación social.

Sin embargo, cuando se habla de intervención respecto al campo de la desadaptación social, se hace especial mención a la orientación preventiva y esta prevención se plantea para las edades más tempranas. Por ello, normalmente analizamos la intervención educativa respecto a la infancia y adolescencia con dificultades sociales, ya que este colectivo se encuentra en muchos casos en desadaptación social.

También, existen tres ámbitos desde los cuales se pueden implementar intervenciones educativas para la desadaptación social y son: la acción social, el escolar y el judicial. Para poder intervenir en estos ámbitos, es necesario comprender cómo se pasa de esas causas iniciales a la situación problemática actual, que es la que hemos de cambiar mediante la acción profesional. Es decir, hemos de comprender el proceso.

La intervención educativa en el ámbito de la desadaptación social se encuentra en el cruce entre dos prácticas: la respuesta a las situaciones inmediatas y puntuales, por un lado, y la necesidad de anticiparse a las problemáticas programando acciones a más largo plazo, por otro lado.

Por consiguiente, he de mencionar que se deben llevar a cabo varias técnicas para obtener información sobre los colectivos y las problemáticas.

Las técnicas que se utilizan son las siguientes: entrevista, captación, escucha, observación, empatía, utilización de recursos, autorrefuerzo, cuestionarios, escalas, informes sociales, reuniones de grupo, etc.

Para concluir, es esencial mencionar que hay que medir los resultados obtenidos por el sujeto una vez finalizada la intervención educativa y obtener toda la información del proceso seguido, con el fin de determinar su valor y, así, posibilitar su modificación. Es precisamente en este punto donde convergen la evaluación y la investigación educativa: la toma de decisiones, el cambio, la innovación para la mejora u optimización de la práctica.

(http://blogs.vidasolidaria.com/blogfiles/cruz-roja/209876_Noesporeloro2.bmp) ENLACE DE LA FOTO

1 comentario: